Un poco de historia

Los orígenes

La central hidroeléctrica de Araia se reanudó en el año 2002. Bajo la denominación de Sociedad Central Hidroeléctrica San Pedro de Araia, la misma estuvo formada por el EVE (Ente Vasco de la Energía), la Diputación Foral de Álava y el Ayuntamiento de Araia, con una inversión inicial del 88%, 1% y 11%, respectivamente.
Con el tiempo, y con la compraventa de energía garantizada por la central, el Ayuntamiento fue comprando la participación del EVE hasta hacerse con la totalidad de las acciones de la entidad en 2015. Ahora la sociedad está formada por la Diputación Foral, con un 5,12% de participación, y el Ayuntamiento, con un 94,88%. En la actualidad, no son muchos los pueblos que cuentan con su propia central hidroeléctrica y de la que se benefician. A nivel alavés, desde que se restableció el de Araia -la decimocuarta por hora- sólo se han puesto en marcha otras dos. En cuanto a la potencia, y si sólo se tienen en cuenta las centrales minihid○ -es decir, excluyendo las de mayor potencia- están las de Lantarón, Elciego y Labastida.

Para profundizar en sus orígenes, sin embargo, debemos retroceder, en el siglo XIX. Exactamente a fin de siglo. De hecho, tiene una relación directa con la industrialización de la localidad. Junto a la cooperativa local, fue otro de los beneficios generados bajo la sombra de la factoría Ajuria. Concretamente, el XIX. Fin de siglo y siglo XX. Las dos primeras décadas del siglo fueron los años más prósperos de la fábrica y del pueblo. Entonces, la fábrica se llamaba Viuda de Urigoitia e hija, pero la batuta la tenían Antonio Ajuria y Sarralde, y su hijo, Alfredo Ajuria y Urigoitia.

Cabe recordar que antes había una antigua ferrería. La explotación del agua proviene desde entonces de los molinos. Sin embargo, se encontraba en una situación de supervivencia, y comprando la propiedad de sus nuevas estructuras, se formó la fábrica de San Pedro. Compraron minas, cascadas y terrenos cercanos. El encargado de completar la nueva planta fue el ingeniero Eduardo Hickman.

En 1895 se construyó y puso en marcha una central hidroeléctrica que garantizaría la luz tanto a la planta como al pueblo de Araia. Sin embargo, las nuevas cascadas que se construyeron en Zirauntza no conseguían la fuerza necesaria para obtener el rendimiento necesario. De hecho, en 1889 el acero se impuso al hierro y entre las medidas para mejorar la producción destacaron dos proyectos: la mejora de la explotación de los recursos hidráulicos preexistentes y la implantación del horno eléctrico de primera inducción a nivel estatal.

Sin embargo, el río Zirauntza estaba muy limitado. A pesar de que tenía varias cascadas, el caudal era pequeño y escaso lo necesitaba un taller para producir energía, sobre todo en verano. Así, la solución fue convertir las cataratas de entonces en una sola. Así, se construyó un único salto de agua de 155,4 metros de altura, con un caudal de 475 litros por segundo y una potencia de 462 caballos. La toma se instaló en el manantial. Así nació la presa llamada "Nazederoa".
Las obras comenzaron en 1904. Del nazedero empezaban dos cauces: uno a la factoría y a las ferrerías, y otro a la central hidroeléctrica. Además de mover las turbinas para poner en marcha la maquinaria de la planta, también se aprovechó para iluminar los talleres de energía. Poco a poco, con el sobrante de energía se garantizó el alumbrado de las calles del pueblo, y después la luz llegó a las viviendas.

No sólo eso. Utilizaba las estructuras de la fábrica de abastecimiento de agua de la localidad. Las presas construidas hasta entonces facilitaron la implantación de una red pública de agua. Cuando el agua no tenía calidad suficiente, el Ayuntamiento pedía consejo a Alfredo Ajuria. Con la ayuda de un veterinario, recogía las muestras que se enviaban al Instituto Nacional de Higiene para realizar el análisis bacteriolojico. De hecho, hasta 1893, sólo había una fuente pública y su instalación estaba en mal estado, aunque el agua era potable. Así las cosas, el Ayuntamiento solicitó a Alfredo Ajuria la construcción de una nueva tubería para que llevase agua a diferentes puntos de la localidad. Para llevar a cabo estos trabajos se puso en marcha una suscripción pública entre los vecinos.
Teniendo en cuenta lo anteriormente señalado, no se puede negar que la recuperación de la central fue un paso gigantesco. De hecho, permitió recuperar un trocito del patrimonio industrial de Araia, para lo que establecieron una turbina de 950 kilovatios de potencia.

Podemos decir, pues, que Araia lleva más de un siglo creando sinergias con la naturaleza. Y tras todo está el agua, la naturaleza. Porque sin él no somos nada. Parece que el pueblo adquirió esta lección hace tiempo, que no la olviden, pues, las generaciones venideras. Teniendo en cuenta lo anteriormente señalado, no se puede negar que la recuperación de la central fue un paso gigantesco. Desde ese momento, el municipio daba un paso firme en su apuesta por las energías renovables, y además permitió recuperar un trocito del patrimonio industrial de Araia.